La iglesia de Sevilla Torre Blanca

La iglesia de Sevilla Torre Blanca

La obra del Señor en esta ciudad de casi 700.000 habitantes se inció en el año 1991. En este año, el hermano Juan Pate y su familia se trasladaron a Villanueva del Ariscal con el propósito de enseñar el evangelio puro de Cristo a algunos familiares. Aproximadamente un año más tarde, llegó el hermano Jerry Falk de Barcelona y la obra se trasladó a Sevilla capital. Actualmente, predica para este grupo el hermano Jorge Sánchez.

       Los hermanos siguen sembrando la semilla del evangelio puro, hablando con la gente, pegando carteles, repartiendo Biblias gratuitas, etc. Creen firmemente que tiene que haber más personas en esta ciudad que busquen algo más duradero que los placeres pasajeros de este mundo.

       Si usted es una de estas personas y le gustaría conocer la voluntad de Dios más perfectamente, los cristianos de Sevilla le animan a reunirse con ellos. Será muy bienvenido/a. Son un grupo pequeño, pero tienen un deseo muy grande de obedecer a Dios en todas las cosas.

El Verdadero Origen del Nombre «Cristiano»

El Verdadero Origen del Nombre «Cristiano»

 

       ¿Es verdad la afirmación de algunos de que el nombre «cristiano» es de origen pagano? ¿Fue esta palabra aplicada por primera vez por los gentiles de Antioquía, como afirma el erudito W.E. Vine, o se lo inventaron los romanos como insisten otros?

       Hoy en día muchos religiosos consideran que el nombre «cristiano» es una especie de apodo despectivo o un término de desprecio que algunos incrédulos pusieron a los primeros seguidores de Jesús. Algunos comentaristas aun se atreven a decir que durante muchos años los discípulos de Cristo rehusaron llamarse «cristianos». ¿A qué se debe tanto afán de desacreditar el nombre «cristiano»? ¿No será porque los hombres desean rebajar de categoría este nombre para poder justificar sus NOMBRES DE INVENCIÓN HUMANA?

       Muchos se sorprenden al saber que el nombre «cristiano» fue dado a los creyentes por revelación de Dios. Hechos 11:26 dice que Bernabé y Saulo…

«…se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos SE LES LLAMÓ CRISTIANOS por primera vez en Antioquía.»

       En el griego, el idioma original del Nuevo Testamento, la frase «se les llamó» se ha traducido de la palabra radical CHREMATIZO. Esta palabra significa «dar un mandamiento divino o admonición, enseñar desde el cielo … recibir un nombre o título, ser llamado»[1]. CHREMATIZO aparece nueve veces en el Nuevo Testamento y cada vez está estrechamente relacionada con la comunicación de algún mandamiento u oráculo divino. En la Versión Reina-Valera (Revisión 1960) este vocablo se ha traducido por las siguientes frases subrayadas:

1) Mateo 2:12 — «Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.» (La Biblia de las Américas dice: «habiendo sido advertidos por Dios en sueños…»)

2) Mateo 2:22 — «Pero oyendo que Arquelao reinaba en Judea en lugar de Herodes su padre, tuvo temor de ir allá; pero avisado por revelación en sueños, se fue a la región de Galilea». (La Biblia de las Américas dice: «y advertido por Dios en sueños…»)

3) Lucas 2:26 — «Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor.» (Francisco Lacueva dice que a Simeón esta verdad le había «sido comunicado«.)

4) Hechos 10:22 — «Ellos dijeron: Cornelio el centurión, varón justo y temeroso de Dios, y que tiene buen testimonio en toda la nación de los judíos, ha recibido instrucciones de un santo ángel, de hacerte venir a su casa para oír tus palabras.» (La Biblia de las Américas dice que a Cornelio «le fue ordenado por un santo ángel…». La Versión Moderna, por H.B. Pratt, dice: «tuvo respuesta de Dios, por medio de un santo ángel…».)

5) Romanos 7:3 — «Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera…» El que califica a tal mujer de «adúltera» es Dios mismo y lo ha hecho por revelación.

6) Hebreos 8:5 — «los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte.» (La Versión Moderna dice que «Moisés fue amonestado por Dios«. La Biblia de las Américas dice que «fue advertido por Dios«.)

7) Hebreos 11:7 — «Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase…»

8) Hebreos 12:25 — «Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros…» (La Versión Moderna dice que «rehusaron al que declaró la voluntad de Dios sobre la tierra».)

9) Hechos 11:26 — «Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía.» (La Versión Moderna dice: «fueron llamados Cristianos primeramente en Antioquía».)

       ¿Quién les puso este nombre a los discípulos de Cristo? Si tenemos en cuenta los significados vertidos a CHREMATIZO en los otros versículos mencionados arriba, no es difícil ver que Dios mismo se lo puso por revelación. Debemos llevarlo como si fuera una medalla de honor y no los nombres que indican lealtad a alianzas sectarias en vez de a Cristo.



[1] Joseph H. Thayer, Léxico Griego-Inglés del Nuevo Testamento, p. 671.

¡Cristo Primero en Todo!

¡Cristo Primero en Todo!


Al investigar las páginas del Nuevo Testamento, no se puede pasar por alto el hecho de que los hombres y mujeres fieles de la antigüedad ponían 
a CRISTO en primer lugar en sus vidas, no a Pablo, ni a Pedro, ni a María, ni a ninguna alianza sectaria[1]. Esta lealtad inquebrantable a Cristo, sin duda alguna, ¡es la característica más sobresaliente del cristianismo puro!

       El verdadero «cristiano» cree firmemente que su Maestro es el único digno de ocupar este lugar tan importante porque es el único que murió para salvar del pecado a todo aquel que Le obedezca[2]. A Jesús se le considera como el mayor Amigo de todo ser humano porque…

«Nadie tiene amor más grande que éste: que uno dé la vida por sus amigos»[3].

       Aunque Pablo, Pedro, María, etc. se presentan en el Nuevo Testamento como siervos fieles de Dios, el cristianismo puro jamás concede tanta importancia a éstos como a Cristo…

«Porque hay … UN SOLO MEDIADOR entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos…»[4].

       De acuerdo con esta enseñanza fundamental de la Biblia, el verdadero «cristiano» tiene a Cristo como el eje de toda su vida. El sabe que sólamente Cristo (y no María) es merecedor de su devoción entera, puesto que Jesús mismo dijo:

«El que sabe y obedece mis mandamientos, demuestra que de veras me ama … El que me ama, hace caso de lo que yo digo; y mi Padre le amará, y mi Padre y yo vendremos a vivir con él»[5].

       El verdadero «discípulo» de Cristo desea fervientemente instruirse a los pies del Maestro. La palabra «discípulo» (o «discípulos») se encuentra 269 veces en el Nuevo Testamento. Significa literalmente «un aprendiz…; de ahí, denota a uno que sigue la enseñanza de otro»[6]. Pero hay otro concepto relacionado con esta palabra que a veces es olvidado. «Un discípulo no es meramente uno que aprende, sino un PARTIDARIO; de ahí que se les mencione como IMITADORES de su maestro…»[7]. El discípulo es un estudiante que PONE POR OBRA lo que aprende en su vida diaria. Jesús mismo dijo:

«Si vosotros permanecéis en mi palabra, verdaderamente sois mis discípulos»[8].

       La palabra «permanecéis» es verbo de acción. El verdadero «discípulo» es un aprendiz activo que no solamente oye las enseñanzas del Maestro sino que también «permanece» en ellas, o sea las PONE EN PRÁCTICA en cada faceta de su vida cotidiana[9]. Lo que hace que él sea «cristiano» es su buena disposición de darle a Cristo el primer lugar en todo.

¿Es Cristo primero
en la vida de usted?



[1] Hechos 4:13,18-20; 5:29; 21:13; Gálatas 2:20; 6:14; Filipenses 1:21; 3:8; 1 Tesalonicenses 1:6-10; etc.

[2] Romanos 3:23; Hechos 4:12; 1 Corintios 3:11; Hebreos 5:8,9.

[3] Juan 15:13, Nueva Versión Internacional.

[4] 1 Timoteo 2:5,6, Reina-Valera (Revisión 1960).

[5] Juan 14:21-23, Dios Habla Al Hombre

[6] W.E. Vine, Diccionario Expositivo De Palabras Del Nuevo Testamento, vol. 1, p. 452.

[7] Ibid.

[8] Juan 8:31, La Biblia De Las Américas.

[9] Colosenses 3:17

Investigar o No Investigar

Investigar o No Investigar

Tres Lecciones de la Historia


Hace casi cuatro siglos, un astrónomo italiano llamado Galileo, utilizando uno de los primeros telescopios, demostró la premisa de que el Sol no gira alrededor de la Tierra sino que el giro de la Tierra sobre su propio eje crea la ilusión de que el Sol se mueve por el cielo. En desacuerdo con lo que se creía en aquel tiempo, Galileo afirmaba que el Sol es el centro de nuestro sistema planetario y su creencia le valió una estancia en la cárcel.

       A pesar de los esfuerzos de este científico, la gran mayoría de los maestros religiosos seguían creyendo equivocadamente que los planetas y el Sol daban vueltas en torno de la Tierra y cualquiera que contradijera esta enseñanza fue calificado de «hereje». Muchos de estos maestros y sus seguidores ignoraban que lo que les decía Galileo era la verdad debido, en parte, a su desgana para iniciar una investigación sincera de la información que estaba a su alcance. Esto demuestra que cuando el hombre no pone a prueba sus creencias, es muy posible que se halle más lejos de la verdad de lo que pensaba.

       Otro ejemplo de esta regla de la vida se ve en la antigua superstición de que la tierra es plana. Si no hubiera sido por la valentía de algunos que sometieron a prueba esta creencia errónea, posiblemente hoy en día no osaríamos aventurarnos demasiado lejos en nuestras naves, por miedo de caer por el borde del planeta.

       (En realidad, estos exploradores no tuvieron que ir tan lejos para saber que nuestro mundo es redondo. Más de dos mil años antes de este descubrimiento, la Biblia ya había afirmado que «[Dios] es el que está sentado sobre la redondez de la tierra, cuyos habitantes son como langostas; Él es el que extiende los cielos como una cortina y los despliega como una tienda para morar»[1]. ) Abundan los casos en que una investigación honrada de convicciones comúnmente aceptadas por el gran público ha redundado en beneficio de la humanidad. Un análisis justo de los hechos, respaldado por una actitud sincera y sin prejuicios, nos puede librar de las cadenas de la ignorancia y animar a vivir sin miedo a lo desconocido.

       Por contraste, cuando no se ponen a prueba las creencias generalmente aceptadas por la mayoría, a veces terminamos siendo perjudicados. Considérese este tercer ejemplo tomado del mundo médico:

Hace cien años, el médico Ignaz Semmelweis hizo pública su preocupación porque los facultativos añadían riesgos indebidos, que suponían un peligro para sus pacientes, al no lavarse las manos antes de realizar intervenciones quirúrgicas o asistir en los partos. Incluso inmediatamente después de haber practicado autopsias en cadáveres de fallecidos por enfermedad, los cirujanos pasaban directamente a otra sala para asistir en un parto, sin aclararse siquiera las manos. ¿Cómo se recibió esta nueva información? Los colegas del doctor Semmelweis lo condenaron y denostaron sin piedad, acosándole hasta que tuvo que abandonar su profesión[2].

       ¿Sabe usted si hoy en día los cirujanos se lavan las manos antes de asistir en un parto o antes de una intervención quirúrgica? Por supuesto que sí. No sólo se lavan las manos con jabones antibacterianos sino que también se ponen guantes, gorras, mascarillas, zapatillas y batas (todos esterilizados) para disminuir el riesgo de contagiar al paciente. Además, los médicos se aseguran de que todos los instrumentos quirúrgicos (y hasta la misma sala de operaciones) han sido totalmente desinfectados antes de cada intervención. Es obvio que los médicos ahora reconocen que el doctor Semmelweis decía la verdad, ¿pero cuántos pacientes padecían y morían innecesariamente de infecciones (contraídas en el mismo hospital) por la desgana de algunos de investigar lo que siempre habían creído y practicado? Tanto fue la oposición de los colegas de Semmelweis, ¡que tuvo que abandonar su profesión!

       Más de tres mil años antes del descubrimiento de este buen doctor, la Biblia ya había prevenido a la humanidad contra el peligro del contagio y enseñaba principios tan importantes en el mundo médico moderno como el de la cuarentena para pacientes con enfermedades infecciosas. En los primeros libros de la Biblia, el profeta Moisés transcribió un sistema científicamente comprobado de leyes sanitarias para el pueblo judío[3]. Estos preceptos eran fáciles de entender. Cualquiera que tocara el cuerpo del muerto o el del enfermo fue declarado «inmundo». Poco después, el «inmundo» tenía que lavarse el cuerpo (y hasta su misma ropa) repetidas veces con agua limpia antes de volver a ocupar su lugar en la sociedad.

       Si la examinación de estas tres creencias comunes ha redundado a beneficio de la humanidad, ¿sería difícil creer que una investigación honrada de nuestras convicciones y costumbres religiosas también nos pudiera favorecer de alguna forma? Reconociendo que a veces la mayoría puede estar equivocada, ¿sería sabio creer o practicar algo sólo porque los demás nos han asegurado de que es la verdad? Desde luego que no. La historia nos enseña claramente que es esencial examinar con mucho cuidado lo que hemos aprendido de otros para que no seamos arrastrados por su error. No volvamos a repetir la historia; ¡investiguemos lo que nos han dicho!



[1] Isaías 40:22, La Biblia de las Américas.

[2] Harvey y Marilyn Diamond, Vida Sana (Barcelona: Ediciones Martínez Roca, 1989), p. 20.

[3] Números 19:11-22; Levítico capítulos 13 y 14.